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sábado, 11 de febrero de 2012

LA HIPOCRESIA DEL FAST-FOOD


Hola a todos.
A veces cuando en una charla amena, una de esas cenas de amigos, surge la palabra fast-food,  horreur;  los puristas del puchero, ecologistas, progres, gente de bien y otras tribus te tildan tener una alimentación descerebrada, que si yo voy a un japonés que pescan el atún rojo con las manos, que si yo solo como trigo que cultiva mi tía en una maceta de su terraza, que donde este el tofu que se quite un entrecot, que nadie hace el cocido como mi tía-abuela  y todas esas chorradas. Yo siempre apelo a que la gente coma en su casa o en establecimientos de confianza, en su casa por un motivo económico y de ardor de estomago y en un establecimiento de confianza, para suplir el desconocimiento culinario de muchos y evitarse la desagradable tarea de tener que limpiar la cocina, hasta ahí todo bien, pero con matices. Si haces una encuesta entre tus amigos, veras que la mayoría esta pasadito de peso, eso quiere decir que de tofu y verduritas, nada de nada, entiendo que nuestros horarios laborales no son para echar cohetes y no hay tiempo de pucheros ancestrales, pero el colmo del cinismo llega cuando sale la palabra McDonald’s, Burger King y etc. Todos te dirán que de comida basura nada, yo solo como cosas caseras y naturales, entonces te los miras de proa a popa y dices, vale tío/a. Esto es idéntico a lo que pasa cuando le preguntas a alguien ¿Qué programación de la tele sueles ver?, todo dios dice ¡yo solo veo los documentales de la 2!. Yo reconozco que si suelo ir a esos establecimientos antes citados, pocas veces ya que mis ácidos gástricos me maltratan durante dos días, pero lo tengo asumido, también tengo asumido que la contaminación acústica es infernal, que los camareros son estudiantes que no saben diferenciar una patata de una cebolla, etc., etc. El quid de la cuestión estriba que si un día me acerco a uno de esos monstruosos centros comerciales para comprar o ir al cine, no me queda más remedio que tener que claudicar y comerme una hamburguesa recalentada o unas patatas fritas congeladas ya que el tiempo apremia. Cuando estoy en un fast-food de los antes citados, a veces miro a la gente como devora las citadas hamburguesas o las alitas de pollo o veo a esos papas tan “concienciados” de la comida sana, como chantajean a sus hijos, obligándoles a que se coman el engrudo, so pena de que si no se lo comen, no les darán el muñequito que va en uno de esos menús de nombre impronunciable, entonces me viene a la memoria la visión del contenido de los carros del  supermercado y recuerdo todo lo que los papas “concienciados” depositan en la mesa de la cajera, en la mayoría de casos, productos elaborados, chucherías, refrescos con azúcar y otras guarradas. Mi pregunta es ¿De qué coño vamos por la vida? Estamos vendiendo al vecino que somos tíos sanos, de alimentación irreprochable y solo hacemos que atiborrar a nuestros hijos con alimentos preparados. Muchas veces a mi correo llegan mails de esos conspiranoicos,  de que si la carne de McDonald’s es de dinosaurio o de ñu, que si las patatas son de Chernóbil y esas chorradas.  Yo tengo mis dudas de esas conspiraciones que muchos atribuyen a esa compañía que por otro lado, comercialmente es ejemplar ya que al menos da más trabajo a la gente que otros establecimientos más políticamente correctos, al mismo tiempo que ellos cada día abren mas establecimientos, otros con mas tronío los cierran dejando a su personal en la calle, por otro lado, no olvidemos que estas compañías son probablemente junto con la CIA, las más vigiladas por los paladines de la justicia alimentaria y si cometiesen tantos desmanes, los tribunales los asarian a demandas, ¿No creéis?. Por lo menos estas compañías, en sus envoltorios me dicen la cantidad de calorías que ingiero, en el bar del Manolo, jamás me dicen las calorías que tiene el cocido grasiento que a veces debo deglutir. Sin enrollarme más, que cada cual coma lo que le salga de los hijares, pero sin cinismo. Un beso a todos

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